Jerusalén no es una ciudad cualquiera. Es la ciudad de Dios. El lugar elegido por Dios para hacer su morada con su pueblo. Por eso es ciudad de Paz. Si Jerusalén no es capaz de reconocer el día de la venida del Señor, entonces es una ciudad más y las ciudades nacen, se desarrollan, decaen y mueren.
Estaba profetizado que Jerusalén seguiría en pie en los «últimos tiempos». Jerusalén es eterna. La Jerusalén de piedras es un anticipo, un anticipo de una Nueva Jerusalén, qué está establecida para siempre. Jesucristo es Dios-con-nosotros; es decir, Dios ya ha venido a poner su morada en medio nuestro: nosotros somos la Nueva Jerusalén, su Iglesia. Establecida para siempre.
Si tú no reconoces el día de la venida del Señor… el Señor no lloraba solo por su amada ciudad de piedra, lloraba por los hombres que se pierden
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